a Roma desde Madrid y en autobús. Yo, como me apunto a un bombardeo se lo pedí a mi madre por activa y por pasiva, y finalmente, a 3 días del viaje, me dejó.
En esos 10 minutos todo fue un gran cambio. Me dijo que le hablara, que quedáramos. Yo dije que no sabía lo que iba a comer mañana, entonces ni idea de lo que haría tras otro viaje inesperado más. La conversación acabó por su parte diciendo que pase lo que pase nunca se olvidará de mí; por la mía diciendo que no sabía lo que pasaría. No más te quieros, no más besos, no mas mensajitos. Acabó con un seco ''Ya veremos''.
Al principio no conocía a nadie: más sola que la una. Poco a poco, del otro autobús (había 2) conocí a dos chicos la mar de majos y me empecé a juntar con ellos. Y en todo el viaje ni un pensamiento para aquel chico que me dejé en Madrid un mes atrás. País nuevo, vida nueva. Visitamos Roma, Turín, Florencia... Precioso todo. A la vuelta tuvimos que parar en Niza, y allí en la playa me di cuenta de lo maravilloso que es todo sin ataduras: LIBERTAD! Esos son los momentos en los que todo cobra sentido y te sientes una persona diferente y mucho más tranquila con tu interior.
Volví a España 2 días después y la única vez que volví a hablar con el chico fue el mes pasado en su cumpleaños con un simple y soso felicidades.
No sé, a veces aún me siento culpable de lo que creí que sentía, pero me lo quito de la cabeza. No podría estar con nadie a quien realmente no quería, ya que aparte de no ser mi tipo tenía un raro parecido a mi hermano... todo el morbo se fue al garete.
Ahora solo con mis amigos, con los que de verdad no tengo que reinventarme, que tratar de agradar. Soy borde, habladora, pesada, canto a todas horas, me río en todo momento y la vergüenza se me calló tiempo atrás.
Olé por aquellas personas sin ataduras y siendo verdaderas.